Introducción Detalle de los capiteles de la Gran Mezquita de Kairuán, siglo IX. La ciudad tunecina de Kairuán, fundada en 670, ya establecida la penetración de los musulmanes, se convirtió en la base de partida de futuras expediciones. Viviendas trogloditas de los bereberes. Durante la fase de pacificación, un gran número de beréberes se convirtió al Islam, más por cálculo que por convicción, y de ellos muchos se incorporaron al ejército de los conquistadores. Medina de Fez, el actual centro histórico de la ciudad, que fue fundada por Idris II en 808 para instalar allí su gobierno. Patio de la Gran Mezquita de Kairuán. Al reconocer la autoridad de los califas de Bagdad, los aglabíes lograron consolidar una soberanía hereditaria en toda la parte oriental del Magreb, e hicieron de Kairuán su principal centro. El ribat de Susa, de finales del siglo VIII, erigido como fortaleza defensiva en tiempos muy convulsos. Hombres leyendo en la mezquita y universidad de Al-Azhar, en El Cairo, en la que en 988 se creó una madrasa para difundir las enseñanzas teológicas de los ismailíes. Patio de la mezquita fatimí de Al-Hakim, en El Cairo. Tras su victoriosa invasión de Egipto, los fatimíes crearon un establecimiento militar en 969 que debía ser el centro del gobierno del nuevo régimen y en ella levantaron numerosos palacios y mezquitas. Fragmento de tejido egipcio con hipopótamo del período fatimí, s.IX. El arte califal fatimí tuvo su mayor esplendor en Egipto a raíz de la fundación de El Cairo y se manifestó también en las artes aplicadas, las labores de madera tallada y en los lienzos tejidos en los talleres califales. La expansión del Islam por el norte de África no fue una empresa fácil, ya que encontró numerosas resistencias. Necesitó más de medio siglo de extenuantes esfuerzos y luchas hasta conseguir que, a inicios del siglo VIII, el vasto territorio norteafricano se hallara dominado de forma indiscutible por los musulmanes.